domingo, 17 de agosto de 2008

"Nada hay en el entendimiento que antes no haya sido en los sentidos"

Una vez me contaron que se subió al coche cargó el cartucho con seis cedés y no paró hasta que terminó el último. No trazó ruta previa alguna. Solamente buscó una arteria amplia por donde salir y la siguió hasta que la última canción del sexto cedé dejó de sonar. Carretera y música: “Así construyo los momentos”, decía.
La mayoría de personas del grupo que nos acompañaban, al oír aquella historia y otras parecidas que nos contaron, señalaban a aquel tipo, sin temor aparente a equivocarse, como un completo loco. La verdad es que no he tenido nunca muy claros los límites entre la cordura y la locura en este sentido.
Me llamó especialmente la atención lo de “construyo los momentos”. Me pareció una actitud muy cuerda. Querer construir, crear los momentos que vas a vivir, inferir en la realidad hasta conseguir en la interacción algo nuevo, ocurrente, supongo que nuevas experiencias con las que llenarse. Utilizar la imaginación y todas las herramientas a nuestro alcance para construir la vida que deseamos. Pensé: Sobre todo en lo que necesitamos. Son muchas las veces que deseamos lo que no necesitamos y también demasiadas las que parece que necesitemos lo que deseamos como única condición para estar bien. Los deseos pueden ser muy peligrosos y pueden causarnos muchas desdichas. Supongo que sucede cuando hay excesos de carga… especialmente en la fantasía. Digamos… como una ensalada con demasiado vinagre.
Oyendo los comentarios de aquellas personas me vinieron un par de frases a la cabeza recordadas con cierta imprecisión: “Cuidado con lo que deseas, puede convertirse en realidad” y “… si te dejas llevar tan solo por lo que sientes o deseas acabarás al borde de un precipicio”.
En la conversación hablaban y hablaban de aquel tipo sin medida alguna-recordé las palabras de Lázaro y su hermano negrito de la semana pasada-, olvidaban mirarse al espejo (así mismos). Estoy seguro que hubiesen visto la otra cara del exceso: el defecto.
Recordé en las clases de religión aquello de pecar solo con el pensamiento. Y esta idea me trajo otra: La responsabilidad por la acción parece estar muy clara, no tanto ó nada, por omisión. Hay personas que se atreven a equivocarse y otras no. Nada malo hay ni en unas ni en otras. Lo curioso es que se juzga severamente y más a las personas por acción y no por dejación. Tan responsable es el padre que agrede violentamente a sus hijos como la madre que no hace nada por remediarlo ó al revés.
Si uno quiere ser el protagonista de su vida- y me temo que estamos obligados todos- tiene que asumir un mínimo de acciones. Y esas acciones vendrán motivadas por deseos, sentimientos, emociones, razones… que tendremos que saber analizar hasta conocer su naturaleza si queremos en verdad entenderlas, ordenarlas y comprender su influencia en nuestras vidas. No quiero olvidar la gran influencia de todo el ámbito social.
Lo importante no es equivocarse o acertar. Lo importante es no vaciarse y llenarse de amor propio en cada vaivén. Para ello creo, cada uno debe encontrar sentido a su camino, darse cuenta, tenerlo presente para aprender. Probablemente lo aprendido se convierta así en un fin en si mismo, y el fracaso o el éxito en simples partes de la realidad con las que inexorablemente tenemos que lidiar.
En la realidad existen imponderables, también imprevistos, casualidades, accidentes. Sorpresas que nos dejan un sinfín de sabores de boca con los que hay que respirar. Nadie tiene la vida ideal y nadie consigue que todo le salga exactamente como preveía. Quizá por eso, en una sociedad cada vez más bobalicona, cursi, hortera, homogénea, y hasta límites preocupantes, es cada vez más necesaria una educación basada en las emociones y en los equipos multidisciplinares. No solo hay que enseñar asignaturas, hay que enseñar qué somos y cómo funcionamos. No solo hay que enseñar a los alumnos, también los padres y los profesores necesitan aprender todo lo que esencialmente desconocen para poder educar.
Es increíble como en el S.XXI se hable de inglés y competitividad, de informática, de religión, y de la nueva asignatura para crear ciudadanos y no se diga ni una palabra de cómo enfrentarse a los cambios, a las pérdidas, a la violencia, a los dolores y sufrimientos, a padres que se odian, a profesores que no tienen vocación o se le frustra día a día, al desamor, a la soledad, a la ansiedad, a la depresión o al desánimo…. y….
Lo curioso es que machacamos al que se sale un poco de lo “normal”. Supongo que nos asusta que pongan en entredicho nuestra fantasiosa seguridad. Es muy difícil desaprender lo mal aprendido. Pero se puede. Lo realmente alarmante es que nos creemos grandes falsedades como si de una verdad inmutable se tratase.
Bienvenido todo lo creativo. Bienvenida la imaginación. Bienvenida la olvidada salud mental. ¡Qué viva el Prozac y el Trankimazín!
Me vienen a la cabeza dos frases de nuevo y con reconocida imprecisión: Una de Kierkegaard: En ninguna época se ha sabido tantas cosas sobre el ser humano y tan poco qué es el hombre y la otra de Borges: Llevo más de cuarenta años siendo profesor y he llegado a la conclusión de que es imposible enseñar. Solo se puede transmitir el amor que uno siente por ese algo.
Ahora, en vacaciones, unas excelentes frases para la reflexión. Espero.

Lázaro... se levantó y andó

El primer chapuzón del verano. Las ansiadas vacaciones. Días de asueto, silenciosos y sosegados. Sensaciones de libertad. Fantasías. Horizontes lejanos realmente cercanos.
Quedan dos días para que comiencen… pasan lentos y se tiene prisa. ¡Todo el año esperando… y qué año!
Sube al barco. Lo imaginado ha cambiado y el barco también. Todavía no lo sabe pero por ajustes económicos se ha sustituido una ruta por otra. Ahora cuesta una hora más. El precio también es más largo. Todavía no sabe que van a ser dos horas y además con todo el pasaje de vomitera. La clase Club-nunca he entendido esa palabreja- ni comparación con la de los no se cuántos años antes contando el pasado. La cosa no empieza bien. De momento nada se ajusta a lo esperado y por qué no decirlo tampoco a lo contratado.
Nos sentimos seguros repitiendo, si nada cambia, pero a cada momento las cosas están moviéndose. Quizá a un ritmo que no apreciamos en el presente. Con seguridad lo percibiremos en el futuro y con más seguridad al cruzar los datos en la memoria.
Puede que tenga que ver con algo que leí ayer en Cala Carbó al atardecer, tumbado en una hamaca con colchoneta al borde del mar. Las sensaciones se parecían mucho a la felicidad. No se porqué a última hora, decidí traer- para volver a leer- a Lázaro de Tormes. Fue seguramente una intuición. La inteligencia del inconsciente. De pronto, en ese entorno, les recuerdo, encontró o encuentro estas geniales palabras:
“… mi madre vino a darme un negrito muy bonito, el cual yo brincaba y ayudaba a calentar. Y acuérdome que estando el negro de mi padrastro trebajando con el mozuelo, como el niño vía a mi madre y a mi blancos y a él no, huía de él, con miedo, para mi madre, y señalando con el dedo decía: “¡Madre, coco!”. Respondió el riendo: “¡Hideputa!”.
Yo, aunque bien mochacho, noté aquella palabra de mi hermanito y dije entre mí:
“¡Cuántos debe de haber en el mundo que huyen de otros porque no se ven a sí mesmos!”.
“Quedame” estupefacto conforme iba leyendo. Sobre todo, pensando que el libro se publicó a finales del S. XVI.
No quieran que a estas horas les explique el paralelismo entre las vacaciones y ésta historia. De eso, estoy seguro, ya se encargará su mente peliaguda. Reconózcame, al menos, que tiene su cosa.
Entonces recordé que solo se vive una vez. Y algunos dicen que se hace corta…

Al llegar, le esperaba en el hotel un buen amigo y muchos recuerdos de tantos años de rituales contrastados: nuevo barco, nuevo hotel, nuevo amigo, vieja maleta llena de viejos recuerdos y nuevas circunstancias. Todo va cambiando mientras respiramos… sin darnos cuenta.
Estupenda cena en la Brasa y muy grata sesión de música en directo en el Teatro Pereyra. No hay cambios en el disfrute aunque el único músico que repite es la batería. Dos saxos- tenor y alto (también voz)-, voz y guitarra acústica, guitarra eléctrica, teclados y piano. Consiguen que se mueva el cuerpo a sus ritmos.
Me cuenta Núnú que está enamorada. No me sorprendo, sus ojos, sus sonrisas y sus movimientos la delatan. Es muy hermoso conocer lo desconocido, sobre todo cuando no conoces casi nada de alguien que conoces hace algunos años. Gusta ser reconocido, cuando uno vuelve cada año, aunque como Ulises nunca llegues del todo. Se agradece lo humano entre tanta decadencia. Gracias Núnú.
Seguramente todos esperamos unas vacaciones permanentes que nunca llegan. Quizá creemos que podrían existir. Pero como dijo alguien muy listo: “Nada puede existir sin su contrario”. No se pueden disfrutar de las vacaciones si no se trabaja en todo el año.
Vuelvo a preguntarme por qué desde hace muchos años repito este viaje, con algunos intervalos, necesarios supongo.
Cada año vuelven los mismos sentimientos pero siempre hay algo distinto que genera nuevas emociones. Creo que por eso vuelvo. Es quizá la magia de esta isla. O la mía…
¡Lázaro: Levántate y anda!
Y anduvo sobre las olas, sobre la arena, sobre las piedras, sobre las notas, los cubatas, sobre los barcos, sobre los vómitos, sobre las risas, el sol y la luna.
Sobre todo aquello que se necesita o se cree necesitar.
El mundo lo mueven las emociones y las emociones siempre encuentran un motivo: ¡Anda y busca el tuyo!
Salud