miércoles, 14 de septiembre de 2011



Septiembre y el tiempo. Pasó el verano y pronto llegará el otoño. Parece que vivimos entre dos aguas y constantemente en movimiento. Desde lo hecho pasando por lo que hay que hacer día a día hasta la incertidumbre del futuro. Quizá usando herramientas propias que se entremezclan dando lugar a verdaderos galimatías emocionales:  La memoria, la consciencia, las emociones y la razón. Y los contrarios que aparecen siempre como sombras y cada una tiene su leyenda aunque en el fondo no sean más que el reflejo de nosotros mismos.
Siempre me pareció curioso con que rapidez pueden los niños pasar de la risa al llanto y como los no tan niños pasamos de querernos a no querernos en cuestión de horas. Como siempre tendí a sentar cátedra le puse nombre: La teoría de la Veleta, cualquier vientecillo suave que roce el eje(lo fundamental) cambia de inmediato nuestra dirección e incluso nuestro rumbo. La primera vez que experimenté en mi persona la teoría me indigné tanto que me odié y odié a todos los seres humanos en un milisegundo. Todavía no había vivido otras, ni había leído y vivido estas palabras escritas por Rosa Montero: “Nuestra identidad, esta cosa tan frágil, no es más que una construcción, un producto de nuestra voluntad en la cual perseveramos cada día. Somos como un castillo de naipes y cualquier viento fuerte nos puede desbaratar: la muerte de un hijo, la pérdida del trabajo, una enfermedad, el simple miedo a ser, a morir, a envejecer.”
Añadiría muchas cosas, el desamor por ejemplo... y quizá haya vientos que son brisas y hacen más daño que un huracán. La intensidad de cada viento se siente en las tripas. Y ellas son las únicas que pueden calibrar la fuerza de cada viento. Me viene a la cabeza una frase que leí alguna vez en algún lugar y escrita por alguna persona que ahora mismo no recuerdo, ni quizá mañana: “No juzgues a nadie sin conocer su infierno”. Supongo que dicho de otra forma sería no interpretes la fuerza del viento en otro, ni siquiera imaginas cuánto arrastró u arrasó. Ni nosotros mismos, muchas veces, somos capaces de calibrar el alcance que tuvo en nuestro interior. Los deseos y la emociones mueven ficha mientras la razón intenta ordenar un tsunami. Difícil, no imposible, pero muy difícil.
Movimientos lineales o paralelos, siempre repitiendo lo mismo u parecido, movimientos circulares, dándole vueltas y más vueltas para llegar al mismo sitio. Quizá lo más difícil no sea encontrar las respuestas acertadas sino hacerse bien las preguntas. Por eso, la razón llena de sentimientos, emociones, deseos y contradicciones necesita tiempo y ayuda para entender y ordenar, lo bueno o lo peor-no lo tengo muy claro-es que a veces una vida no da para tanto. Y eso duele, duele de dolor, de intenso y absurdo dolor, buscando y sin encontrar sentido.
¿Quién no se ha roto un tacón para bailar una música que consiga hacer mover alegremente a un corazón cuadrado que no es más que un corazón partido, quizá roto?
Los corazones cuadrados se esculpen desde la razón pero no por ella, sino por el miedo, quizá el pánico. Me viene a la cabeza el título de un libro, “El tiempo, ese gran escultor”, me quedo conforme creyendo que el mayor escultor del mundo es el miedo en exceso sin quitar ningún mérito al tiempo, faltaría más.
En el amor y en la guerra no vale todo(no sé de donde me han venido estas palabras pero me suenan). Ni existen reglas sobre lo sentido y menos aún en el mundo emocional que además tiene su epicentro en lo más hondo del inconsciente.
El corazón se cuadra a base de golpes, fuertes golpes que conforman un carácter y en muchos casos determinan una actitud y mayoritariamente sin darnos cuenta.
El miedo natural es sano, nos protege. Si no tuviésemos miedo a quemarnos meteríamos la mano en el fuego, si no tuviéramos miedo al dolor saltaríamos desde lugares de alto riesgo, si no tuviésemos miedo a la muerte no tendríamos capacidad para valorar la vida. Pero si el miedo se apodera de nuestra vida, nos paraliza, nos determina, nos envilece... y trastorna la realidad haciéndola irrespirable, el día a día se hace insoportable y nos instalamos en la crisis como parece que se estila ahora. Me pregunto por qué.
Tenemos miedo, pero no lo neguemos y mirémoslo de frente. Ante unos ojos ávidos de vida, corre asustado... exactamente hacia su lugar.