lunes, 23 de junio de 2008

Borrunes y el Árbol de los Secretos

Ha llegado el verano y con él las celebraciones de San Juan: Verbenas, hogueras, mojarse en el mar… En Buñol es tradición la Verbena de Borrunes. Nunca había ido pero el pasado viernes estuve allí. Lo primero que pensé fue lo hermoso que es ese parque tan poco usado según decían. Escuché recordar los muchos recreos que pasó un chico hace años en ese lugar, sentado entre árboles centenarios, hiedra, hierba gallina y algún que otro rosal. Me encantó ese lugar. Auguro que en algunos años será un lugar de peregrinaje turístico.
Lo tiene todo: un puente, un barranco, una fuente, viejos y nuevos árboles y arbustos, bancos donde sentarse por todo su entorno, escaleras, escenario, rincones secretos, parque… Y lo mejor, está pegado al Castillo y cerca de cualquier punto. A mi me parece un lugar emblemático y con mucho futuro. De mes en cuando al chico le gustaba recorrerlo asomarse al barranco y esconderse dentro del árbol de los secretos. Está a la derecha antes de llegar a la fuente.

Buñol parece que tiene muchos secretos, hace muchos años otros lo descubrieron y supieron disfrutarlos. Los secretos que unos por desconocimiento y otros por habitualidad no han sabido descubrir a los demás ni quizá a si mismos para compartir. Parece obvio pero no lo es.

Para los que son de Buñol todos sus parajes son algo cotidiano, han crecido en ellos y quizá no se han dado cuenta del todo de su verdadero valor. Los que no son de Buñol no conocen el pueblo excepto por la Tomatina, las Bandas de Música, la Cementera y algunos que otros negocios tradicionales(Talleres Mecánicos, Papeleras…). Todas las personas de otros sitios que llevó ese chico, todas sin excepción se extrañaron, en ningún caso coincidía la idea que tenían del lugar con la que se construía al ir conociéndolo en la realidad. La verdad es que estas experiencias, a priori gratificantes, ahondando en ellas se convirtieron a lo largo de los años en una cierta sensación de falta o ausencia. Falta conocimiento y difusión del entorno y una clara ausencia de infraestructuras para el disfrute turístico. Así lo sentía aquel chico.

Al meterme en el Árbol de los Secretos fueron saliendo todos aquellos lugares que otros disfrutaron. Me cuenta que echa de menos el balneario del Hortelano, el merendero del Ciprés y del río Juanes, la Jarra, los conciertos en la Violeta y en la Cueva Turche. Hecha de menos un Castillo lleno y vivo. Hecho de menos las calles llenas de paseantes…

Lo curioso es que cualquier evento que se programe en Buñol con un mínimo de publicidad, calidad y popularidad tiene una gran respuesta en participantes y visitantes. Se le ocurre que todos los actos que se celebran en el año en el pueblo podrían tener una interrelación con el turismo y con la necesidad de dar a conocer el entorno y sus posibilidades que no son pocas. Un buen nivel de coordinación entre las diversas áreas: música, cine, teatro, feria del comercio, mercado medieval, las Fiestas y la Tomatina, las Pascuas… con un criterio claro: Dar a conocer los secretos- que no son más que todo esos lugares que conforman esa tierra y su cultura- sería una excelente forma de dar una respuesta al dinamismo social y económico que el pueblo necesita.
He viajado por casi toda la geografía nacional y he visto pueblos que han conseguido, con menos cualidades naturales que éste, ser un foco de interés turístico con resultados verdaderamente espectaculares. Las ventajas son muchas y los perjuicios muy pocos. Aunque tengo la sensación que los prejuicios si son muchos.

He hablado como un loco con el Árbol de los Secretos durante toda la noche, al principio no confiaba en mí, pero poco a poco y coincidiendo con la soledad y el silencio de la noche, lo convencí, sacó sus raíces que yo creía inamovibles y conmigo en su interior echó a volar.¡Qué experiencia sobrevolar Buñol y sus secretos!

Salimos desde Borrunes y comenzamos en el Castillo, recorrimos sus calles como fantasmas de otros tiempos, seguimos por Gila y la carretera del Cuco, el Roquillo, el Alto Jorge, en San Luis bebimos de su manantial, la Jarra, el Monte la Cruz, el Puente Natural, el Barranco de Carcalín, el Río Juanes, la Condesa, el Collado Umán, Pardenillas, la Casa del Maestro Penella hasta la Fuente la Umbría, las Moratillas, el Fresnal y el barranco del Quisal hasta el nacimiento del río. Descansamos en Mijares sentados yo con los pies colgados y él con las raíces, sentados en el puente.

Volvimos por Yátova hasta la Cueva las Palomas, Turche, el Planell, la Paransa, el Cementerio y por el Gallo subimos a Monedi parando unos segundos en la Faquirola, bajamos por La Cabrera hasta la Plaza de la Venta y volvimos por la plaza del Castillo a Borrunes.

Ya estaba amaneciendo y había estado hablando toda la noche con un árbol. Le conté mis secretos y él me contó los suyos.

Ahora estoy tumbado en una camilla inmovilizado con dos correas dentro de una ambulancia en dirección a Valencia. Creen que estoy loco.

Les repito mil veces lo que me ha ocurrido y no me creen. Les he repetido cada itinerario, cómo comenzó el viaje, los tiempos y lugares, el número de estrellas, el estado de la luna, el nombre de la Reina de las Fiestas, quién ganó el Concurso y los Jamones, hasta los números que salieron y nada, no me creen.

Al final se me ha ocurrido decirles la verdad, se que con ella se va a todas partes: Soy un gorrión, vivo en el viejo cauce del río Turia, comí paella el sábado pasado, restos que dejaron dos ciclistas que hablaban de Buñol, decidí ir a visitar el pueblo, les oí hablar del Árbol de los Secretos y de la Verbena de San Juan en Borrunes. También de todo el potencial de esta población tan cercana a Valencia, por lo que entendí, solo le faltaba mar. Decidí irme allí y ver todo aquello, conocí al Árbol de los Secretos y nos fuimos los dos a visitar todos los lugares que nombraron durante la comida. Tenían razón todo aquello era verdaderamente hermoso.

Tampoco me creyeron.

Ni se les ocurra contar sus secretos ni decir la verdad.

Hay gente tan incrédula.